Bolivia alcanzó en 2024 un nuevo hito en su estrategia de inserción en los mercados internacionales de alimentos. Las exportaciones de carne bovina y sus derivados crecieron un 24 % en valor y un 41 % en volumen respecto al año anterior, impulsadas principalmente por la demanda del mercado chino. Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), las ventas externas del rubro sumaron 245,7 millones de dólares, consolidando uno de los mejores desempeños anuales desde que el país ingresó al mercado asiático en 2019.
El principal destino de la carne boliviana fue China, que absorbió el 67,5 % del valor total exportado en 2024, equivalente a más de 160 millones de dólares. Hong Kong y Ecuador ocuparon el segundo y tercer lugar, con el 25,1 % y el 3,1 %, respectivamente. En total, 17 países compraron carne bovina boliviana el año pasado, confirmando una creciente diversificación en la demanda internacional, aunque aún con alta concentración en el mercado asiático.
El crecimiento exportador ha estado acompañado por una transformación estructural del sector ganadero, especialmente en los departamentos de Santa Cruz y Beni. Desde 2015, el país acumuló ventas por 883 millones de dólares en carne y sus derivados, consolidándose como uno de los pilares de las exportaciones no tradicionales, junto a productos como la soya, el girasol y el sésamo. El volumen exportado en 2024 —245 millones de kilogramos brutos— marcó también un récord histórico, reflejando avances en faena, industrialización e inserción logística global.
Sin embargo, este ciclo virtuoso se ha visto interrumpido en 2025 por la decisión gubernamental de suspender las exportaciones de carne, vigente desde el 5 de febrero. La medida, adoptada para priorizar el abastecimiento interno y controlar los precios, ha generado preocupación en el sector. Según la Cámara Nacional de Exportadores de Bolivia (Caneb), las pérdidas acumuladas hasta inicios de mayo superan los 80 millones de dólares. (El Deber)
La alta dependencia de los mercados de China y Hong Kong —que concentran más del 90 % de las exportaciones— también plantea riesgos estructurales, en caso de que se presenten cambios regulatorios o sanitarios en esos destinos. Las perspectivas del sector dependerán de si la suspensión es efectivamente temporal y de cómo se articula una política pública que equilibre la seguridad alimentaria interna con el sostenido desarrollo exportador.