El sector agropecuario boliviano enfrenta una crisis sin precedentes, consolidándose como la más grave de los últimos diez años. Según el presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), José Luis Farah, la situación actual ha sido catalizada por una combinación de factores que incluyen la escasez de diésel, el alza en los costos de los insumos agrícolas, el bloqueo de caminos y el avance del contrabando. Estos problemas estructurales amenazan no solo la productividad del campo, sino también la seguridad alimentaria del país, que se encuentra en una posición vulnerable ante el deterioro del sector.
En su informe de gestión, Farah señaló que esta crisis podría haberse evitado si el gobierno hubiera priorizado al sector agropecuario como un pilar estratégico de la economía. “Si el gobierno hubiera apostado por el poder del campo como nosotros lo hemos hecho, esta crisis se habría contenido. Hoy seríamos una potencia agropecuaria, con ingresos más sostenibles que los hidrocarburos y con un futuro de certezas. En cambio, lo que vemos es lo contrario: la crisis se profundiza y muchos productores dejarán de producir alimentos”, afirmó.
El líder gremial destacó que durante más de dos décadas, el campo ha sido relegado en las políticas económicas, limitando su capacidad para crecer y consolidarse como un motor de desarrollo. Esta falta de apoyo, sumada a la incertidumbre económica, ha empujado a miles de productores a operar en condiciones adversas. “Esta falta de apoyo nos trajo a la actual coyuntura, con amenaza de hambre y lágrimas para las familias bolivianas, porque cuando el campo cae, todo el país sufre”, enfatizó Farah. (CAO)
Entre los principales desafíos que enfrenta el sector, el presidente de la CAO enumeró problemas como el avasallamiento de tierras y la destrucción de cultivos, el contrabando masivo de productos agrícolas, la escasez y el alto costo del diésel, y la prohibición del acceso a avances científicos como la biotecnología. Estas dificultades han mermado la capacidad del agro para responder a las demandas de la población, dejando al país en una posición crítica frente a la crisis alimentaria global.
A pesar de estos retos, el agro boliviano ha demostrado resiliencia, manteniendo una producción estable durante más de una década. Sin embargo, Farah advirtió que este esfuerzo no será sostenible sin un cambio en las políticas públicas. “Creemos en el poder del campo porque sabemos que tiene la capacidad de alimentar y sostener al país. Pero necesitamos políticas claras y apoyo urgente”, concluyó.
La CAO insiste en que el gobierno debe actuar con rapidez para implementar medidas que protejan y fortalezcan al sector agropecuario. De lo contrario, el impacto podría ser devastador no solo para los productores, sino para toda la población boliviana, que depende del agro para su sustento diario.